¿Fibra o alimentos fermentados? Tu microbiota quiere (y necesita) a los dos
Obesidad, cáncer, autoinmunidad o depresión son grandes problemas de salud que nos afligen y detrás de ellos siempre aparece el mismo implicado: los microorganismos de nuestro intestino. ‘Alimentarlos’ bien es el primer paso para estar sanos.
Cada vez se está haciendo más complicado pensar en un trastorno o enfermedad en la que no acabe apareciendo la microbiota. La ciencia da fe de ello día sí y al siguiente también: esta semana, investigadores de la Universidad Tecnológica de Nanyan, en Singapur, han hecho pública la estrategia que han desarrollado para que los probióticos perduren en el intestino (los actuales, como son los que contienen los yogures o los suplementos, no sobreviven más de media hora al ambiente intestinal) y así puedan aumentar las poblaciones de bacterias saludables que son aliadas de nuestra salud. Unos días antes, gastroenterólogos de la Universidad Weill Cornell publicaron en la revista ‘Nature’ una investigación que ha detectado en el intestino de personas con enfermedad inflamatoria intestinal una cepa muy agresiva de cándida, y la próxima semana, durante la reunión Biología Experimental 2022 se darán a conocer nuevos avances en probióticos, microbiota y salud.
Por otra parte, tampoco hay que pasar por alto que un estado de inflamación crónica (como el que existe en la obesidad o en las enfermedades cardiovasculares) tiene mucho que ver con la microbiota.
Lo primero es la dieta
Ante tal avalancha de evidencia, nadie cuestiona el papel que tiene la dieta en la calidad de nuestra microbiota; pero la realidad es que comemos menos frutas, verduras y legumbres, más productos de origen animal y procesados. Paralelamente, “además del bajo consumo de alimentos fermentados, la disminución en cantidad y variedad de fibra dietética se considera una causa importante de la disminución en la diversidad y riqueza de la microbiota intestinal, incluso en la pérdida de determinados taxones”, recuerda el doctor Emeran Mayer, profesor de la Facultad de Medicina David Geffen de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA).
A menudo nos debatimos entre la dificultad para seguir una alimentación sana y el deseo de mantener una microbiota en forma, por eso nos interesamos por los ‘recursos’ para mejorar su composición, como son los probióticos, prebióticos y fibras, de los que tanto hablamos en Alimente.
Sin embargo, eso no siempre se traduce en un mayor efecto antiinflamatorio (medido a través de unos marcadores), y eso depende de la composición microbiana que tiene cada persona. “En otras palabras, si no se tienen los microbios necesarios para descomponer las moléculas de fibra en metabolitos beneficiosos, las ventajas de una dieta basada en plantas pueden ser menores que si se parte de una buena diversidad microbiana”.